John William Godward, prerrafaelita de última hornada, fue un pintor de extensa obra.
La crítica del momento no vio en él nada innovador (las nuevas tendencias estéticas europeas estaban en plena ebullición) y a pesar de su exquisito virtuosismo recibió "desplantes" como ser considerado un "pedante del pincel" o un vulgar "imitador de Alma Tadema". Sin duda, la falta de reconocimiento entre colegas y críticos le afectó profundamente, pero no hizo excesiva mella sin embargo entre su público ya que siendo muy apegado a la belleza tradicional y no siempre devoto de las vanguardias, le permitió vivir muy holgadamente de su profesión.
Su estilo permaneció casi inmutable durante toda su vida, haciendo gala en sus lienzos de una precisión casi hiperrealista y de un sentido del color y de la composición realmente notables.
Cierto es que su temática preeminente resulta hoy en día bastante desfasada por la excesiva abundancia de damas lánguidas y distantes que ofrecían una imagen de época -greco/romana- muy idealizada, probablemente demasiado para muchas sensibilidades.
De carácter tímido (tuvo un padre prepotente y una madre rigurosa y ríspida), paso por diversas depresiones y finalmente, al sentirse desconectado del ambiente artístico de su época (parece que en un momento dado dijo "el mundo no es bastante grande para mí y Picasso"), decidió cortar con su vida. Su hermano menor lo encontró muerto la noche del 13 de diciembre de 1922, con la boca conectada al tubo de un hornillo de gas.
Un triste final para un creador que siempre quiso reflejar belleza y amabilidad en toda su obra.
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