Esta artista naif estadounidense es todo un ejemplo de que, si uno tiene ganas y pone esfuerzo, la vida no se acaba con la jubilación. Comenzó a pintar paisajes y granjas cuando ya tenía setenta años.
Después de una vida intensa y dura (tuvo diez hijos de los cuales cinco murieron muy jóvenes), consiguió ser dueña de una granja; complementaba ingresos vendiendo bordados y encajes, pero a los setenta la artritis le impidió continuar con sus labores habituales así que, en vez de cruzarse mano sobre mano, decidió cambiar de actividad y se volcó en la pintura.
Aplicó a la misma las técnicas de observación, proporción y detalle que ya utilizaba en los bordados y el resultado fueron unos cuadros repletos de encanto.
Al principio, los exponía en supermercados vendiéndolos por unos cuantos dólares, pero enseguida aumentó la demanda de los mismos y con ella, evidentemente, su precio, llegando a cotizarse con el tiempo en 60.000 dólares. A finales de los treinta del pasado siglo fue descubierta por el coleccionista Louis Caldor y éste incluyó algunos de sus lienzos en una exposición del MOMA dedicada a artistas autodidactas.
Allí comenzó una fulgurante carrera para nuestra pintora. Otto Kallir se convirtió en su representante.
Empezó a ser conocida en Europa y Japón. Sus cuadros fueron reproducidos por Tarjetas Hallmark. La demanda de sus obras ya no se redujo durante toda su vida, consagrándose como una gran artista nail norteamericana. Grandma Moses publicó en 1952 su autobiografía.
Al cumplir los 100 años (el 7 de septiembre de 1960), el alcalde de New York, Nelson Rockefeller, proclamo en su honor el "Grandma Moses day".
El museo Bennington, en Vermont, Estados Unidos, conserva la mayor parte de su colección.
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