El pintor francés François Boucher es, probablemente, el mejor representante de la pintura Rococó.
Sus cuadros, fieles exponentes de una época que consideraba la frivolidad como una virtud, nos muestran temas galantes y amorosos, repletos de damas sonrosadas -bien nutridas- de mirada pícara, con encantos muchas veces voluptuosos e intenciones probablemente seductoras y de mozalbetes con muchas ganas de entrar en el juego.
Boucher es capaz de reflejar en sus lienzos, con habilidad y genio -muy imitado, quizás demasiado-, tanto paisajes idílicos, muchas veces soñados, como escenas cargadas de erotismo; además, hijo de su época, no desdeñó los temas mitológicos ni las escenas costumbristas.
Tiene en su haber algunos retratos realmente soberbios (como el de Madame de Pompadour, una de sus protectoras).
Hijo de un dibujante de modelos para bordados, se formó inicialmente en esta práctica, pero destacó tanto con sus dibujos que su padre decidió enviarle al estudio del pintor François Lemoyne para que ampliase conocimientos tanto en pintura como en grabado.
En 1723 decidió marcharse a Roma y allí paso tres años estudiando a los maestros del clasicismo romano y de la escuela veneciana del XVI.
En 1734 ingresó en la Academia y pintó el Rinaldo y Armida que se encuentra en la actualidad en el Louvre. En ese cuadro ya se podían observar las características rococó de toda su obra posterior.
Como muchos pintores de la época, Boucher diseño cartones para tapices; hombre de recursos artísticos, también decoró el Hotel Soubise y el Chateau de Bellevue para Madame de Pompadour.
Sus cuadros, fieles exponentes de una época que consideraba la frivolidad como una virtud, nos muestran temas galantes y amorosos, repletos de damas sonrosadas -bien nutridas- de mirada pícara, con encantos muchas veces voluptuosos e intenciones probablemente seductoras y de mozalbetes con muchas ganas de entrar en el juego.
Boucher es capaz de reflejar en sus lienzos, con habilidad y genio -muy imitado, quizás demasiado-, tanto paisajes idílicos, muchas veces soñados, como escenas cargadas de erotismo; además, hijo de su época, no desdeñó los temas mitológicos ni las escenas costumbristas.
Tiene en su haber algunos retratos realmente soberbios (como el de Madame de Pompadour, una de sus protectoras).
Hijo de un dibujante de modelos para bordados, se formó inicialmente en esta práctica, pero destacó tanto con sus dibujos que su padre decidió enviarle al estudio del pintor François Lemoyne para que ampliase conocimientos tanto en pintura como en grabado.
En 1723 decidió marcharse a Roma y allí paso tres años estudiando a los maestros del clasicismo romano y de la escuela veneciana del XVI.
En 1734 ingresó en la Academia y pintó el Rinaldo y Armida que se encuentra en la actualidad en el Louvre. En ese cuadro ya se podían observar las características rococó de toda su obra posterior.
Como muchos pintores de la época, Boucher diseño cartones para tapices; hombre de recursos artísticos, también decoró el Hotel Soubise y el Chateau de Bellevue para Madame de Pompadour.
En 1765, sus éxitos continuos culminaron con su nombramiento como primer pintor del rey y director de la Academia.
Sus obras, lógicamente, se encuentran en los principales museos.
Sus obras, lógicamente, se encuentran en los principales museos.
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