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miércoles, 8 de octubre de 2025

211. Alfred Kubin (1877-1959).

Alfred Kubin nació el 10 de abril de 1877 en Leitmeritz, en la región de Bohemia (entonces parte del Imperio austrohúngaro y hoy de la República Checa).

Su infancia transcurrió entre un entorno familiar inestable y una relación difícil con su padre, un severo topógrafo militar. La temprana muerte de su madre, cuando él tenía tan solo diez años, marcó enormemente su sensibilidad y sería un motivo recurrente en sus creaciones artísticas: La presencia obsesiva de la muerte, lo espectral y lo reprimido constituyeron el núcleo esencial de muchas de sus obras.

Durante su adolescencia se trasladó a Salzburgo y más tarde a Innsbruck, ciudad en la que inició estudios secundarios sin lo que se dice “especial aplicación”.

En 1896 intentó ingresar en la Escuela Técnica de Fotografía de Viena, pero abandonó tras un intento de suicidio ese mismo año (episodio vital que él mismo describió como una experiencia de hundimiento total y despertar espiritual). A partir de entonces, decidió consagrarse al dibujo, convencido de que ese medio expresivo podía dar forma a su mundo interior de visiones y angustias.

En 1898 ingresó brevemente en la Academia de Bellas Artes de Múnich, aunque pronto rechazó la enseñanza académica tradicional. La capital bávara, en aquellos años, era un foco del Simbolismo y del Expresionismo incipiente, y allí encontró un entorno más receptivo a su sensibilidad. 

Desde el Renacimiento hasta nuestros días: Simbolismo. Índice.

Desde el Renacimiento hasta nuestros días: Expresionismo. Índice

Asistió con fascinación a exposiciones de artistas como Max Klinger, Edvard Munch, James Ensor y Félicien Rops, cuyas obras —mezcla de erotismo, muerte y delirio— influirían decisivamente en su estilo.

Desde el Renacimiento hasta nuestros días: 125. Max Klinger (1857-1920).

Ocio Inteligente: para vivir mejor: Autorretratos (5): Edward Munch (1863- 1944).

Durante su estancia en Múnich comenzó a desarrollar su lenguaje gráfico característico: dibujos en tinta o lápiz, de trazo nervioso y atmósfera onírica, en los que seres humanos, bestias híbridas y arquitecturas imposibles se combinan en visiones alucinadas. En 1901 realizó su primera exposición individual, que llamó la atención de círculos modernistas y simbolistas. 

Su obra fue pronto reconocida por su afinidad con la literatura fantástica y decadentista del fin de siglo.

En 1902 se casó con Hedwig Gründler, y ambos se establecieron en Zwickledt, una pequeña aldea de la Alta Austria, donde Kubin vivió el resto de su vida casi recluido, rodeado de libros y dibujos. En ese retiro bucólico, sin embargo, continuó produciendo imágenes dominadas por la ansiedad y la visión apocalíptica.

En 1909 publicó su única novela, Die andere Seite (El otro lado), un relato alegórico entre el sueño y la pesadilla, que narra la creación de un reino imaginario regido por las leyes del inconsciente. Ilustrado por el propio Kubin, el libro se considera una de las obras fundamentales del expresionismo literario alemán y un precedente directo del surrealismo. En su mezcla de utopía, delirio y catástrofe, la novela refleja la tensión entre el idealismo de fin de siglo y el colapso moral del mundo moderno.


Durante las décadas siguientes, Kubin se dedicó sobre todo a la ilustración de libros

Su estilo, sombrío y fantástico, resultaba ideal para acompañar obras de autores como E.T.A. Hoffmann, Edgar Allan Poe, Fyodor Dostoievski, Gustave Flaubert, Rimbaud, Henrik Ibsen o Alfred de Musset. Sus ilustraciones, minuciosas y obsesivas, dialogan con los textos sin limitarse a describirlos, sino que los reinterpretan visualmente desde su propio universo simbólico.

A partir de 1911 fue miembro del grupo Der Blaue Reiter, junto a Wassily Kandinsky, Franz Marc y Paul Klee, aunque su participación fue más teórica que activa. 
Su afinidad con el grupo se basaba en la idea de que el arte debía reflejar los mundos interiores, no la realidad exterior. 
Sin embargo, Kubin mantuvo una posición singular: mientras sus compañeros se orientaban hacia la abstracción, él siguió explorando el simbolismo figurativo, poblado de visiones de decadencia, metamorfosis y pesadillas urbanas.


El estallido de la Primera Guerra Mundial y el colapso del Imperio austrohúngaro acentuaron el tono sombrío de su obra. En los años veinte y treinta, Kubin alcanzó un reconocimiento importante como dibujante y grabador, exponiendo en Austria, Alemania y Suiza. Sin embargo, durante el régimen nazi su obra fue considerada “arte degenerado (Entartete Kunst), y muchas de sus piezas fueron retiradas de museos o destruidas.

A pesar de ello, continuó trabajando en su aislamiento en Zwickledt, donde sobrevivió tanto a la guerra como a los bombardeos, dedicándose al dibujo, la escritura y la lectura. 
Tras 1945, su figura fue lentamente rehabilitada, y se lo reconoció como precursor de la sensibilidad expresionista y surrealista.

La obra de Alfred Kubin se sitúa en el cruce entre el simbolismo fin de siècle y el expresionismo. Su imaginario, dominado por visiones nocturnas, criaturas híbridas, cuerpos deformes y arquitecturas en ruina, traduce una profunda inquietud metafísica: el arte como exploración del subconsciente y del mal. En lo técnico, su trazo ágil y su dominio de la línea recuerdan tanto a la tradición del grabado decimonónico (Goya, Klinger, Rops) como a las corrientes gráficas modernas (Ensor, Munch, Grosz).

Kubin anticipó, además, la estética del surrealismo y del expresionismo alemán, influyendo en artistas como Max Ernst, George Grosz o Alfred Hrdlicka. También ha sido reivindicado por la literatura fantástica centroeuropea (Kafka, Meyrink) como uno de sus parientes espirituales.

Murió el 20 de agosto de 1959 en Zwickledt, a los 82 años, dejando una obra compuesta por más de veinte mil dibujos, ilustraciones y grabados, además de su novela y numerosos escritos autobiográficos. Su legado se conserva principalmente en el Museo Landesgalerie de Linz y en colecciones austriacas y alemanas.

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