Adélaïde Labille-Guiard (1749–1803), hija de un mercero, llegó a ser una muy destacada pintora francesa del siglo XVIII, reconocida por la calidad de sus retratos al óleo y por sus miniatura.
Fue una de las pocas mujeres admitidas en la Real Academia de Pintura y Escultura de Francia y a lo largo de su carrera supo ser un ejemplo de talento, perseverancia y capacidad para sortear los handicaps sociales de su época.
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Nació el 11 de abril de 1749 en París. A muy temprana edad Labille-Guiard ya mostró interés por el arte. Comenzó su formación como pintora de miniaturas y pasteles, una especialidad que muchas mujeres artistas practicaban en ese tiempo debido a las restricciones sociales que enfrentaban. Su maestro en miniaturas fue François-Élie Vincent, quien era amigo cercano de su familia. Posteriormente, estudió con Maurice-Quentin de La Tour, uno de los más grandes maestros de pastel de la época.
François-Élie Vincent - Wikipedia, la enciclopedia libre
Maurice Quentin de La Tour - 148 obras de arte - pintura
Sin embargo, lo que acabó dándole verdadera fama y reputación fue la pintura al óleo. Continuó aprendiendo bajo la tutela de François-André Vincent, quien más tarde se convertiría en su segundo esposo (en 1800).
François-André Vincent - Wikipedia, la enciclopedia libre
En 1783, junto con Élisabeth Vigée-Lebrun (otra gran pintora con la que a veces algunos confunden sus obras), fue admitida en la Real Academia de Pintura y Escultura, una distinción que marcó, como no podía ser menos, un hito en su carrera.
Su admisión fue
posible gracias a un decreto que permitió que las mujeres formaran parte de la Academia, aunque su número estuvo limitado a cuatro en total.
Uno de sus retratos más icónicos, "Autorretrato
con dos alumnas" (1785) (el primero que podemos ver en esta entrada), es una obra maestra que combina un
virtuosismo técnico impresionante con un mensaje de cierto feminismo implícito. En la
pintura, la pintora se nos muestra como una mujer sofisticada y profesional, consciente de su saber y de su éxito y rodeada por sus discípulas, enfatizando su papel como mentora de otras mujeres
artistas.
Labille-Guiard obtuvo numerosos encargos de miembros de la familia real y de la aristocracia (un factor esencial para sobrevivir como artista). Fue designada como retratista oficial de las tías del rey Luis XVI, lo que la posicionó como una de las pintoras más influyentes de la corte.
La Revolución Francesa (1789-1799) afectó profundamente su carrera.
El haber tenido fuertes conexiones con la corte la convirtieron en un
blanco político, y durante los años más intensos del conflicto perdió gran
parte de su clientela aristocrática (la Revolución, como bien sabemos, guillotinó a infinidad de aristócratas y "simpatizantes" del statu quo que eran su clientela habitual). Sin embargo, como otros muchos artistas, logró adaptarse a las nuevas
circunstancias, y donde antes pintaba nobles, ahora pintaba figuras republicanas y burgueses, intentando defender a la vez los derechos de
las mujeres artistas en la Academia.
Labille-Guiard también abogó por la igualdad de género en el ámbito artístico.
En 1790, presentó un discurso ante la Asamblea Nacional pidiendo la eliminación de las restricciones para las mujeres artistas en la Academia, una causa que desafortunadamente no prosperó.
A pesar de lo convulso de los tiempos y de las dificultades que tanto cambio acarreaban, Labille-Guiard continuó pintando hasta su muerte el 24 de abril de 1803.
Sus obras no solo demuestran una destreza técnica impecable, sino también una sensibilidad hacia sus modelos que trasciende las limitaciones de su tiempo.
Hoy, sus obras se encuentran en importantes colecciones de museos como el Louvre y el Museo Metropolitano de Arte, donde su contribución al arte del retrato sigue siendo ampliamente reconocida.
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